Liberar al liberalismo

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La Constitución y sus enemigos.

Presentación en el evento La Constitución y sus Enemigos organizado por Futuro 21 el 05/02/20 en la Escuela Libre de Derecho, Ciudad de México.

Francisco Valdés Ugalde

  1. No estamos aquí para hacer la glosa de lo que se quiso y no pudo ser, sino para entender por qué no lo ha sido y qué debemos hacer para que sea, y sea algo mucho mejor de lo que han impedido los graves obstáculos a nuestro desarrollo constitucional.

 

  1. La razón de fondo de la ausencia de equilibrio republicano que contradice los principios o valores expresos de la Constitución mexicana, como los derechos humanos, se deben al poder desequilibrado que nuestra Constitución consagra en su letra y espíritu. Podemos nombrar a estos padecimientos: presidencialismo desatado, control por el Ejecutivo del Poder Legislativo, del Poder Judicial, del municipio (que no es “libre”) y del federalismo. Además, a pesar de lo que desde 2011 dice el artículo Primero, el ejercicio de la autoridad sigue siendo extremadamente vertical y no hay previsiones institucionales para transformarlo en un sentido de servicio a la sociedad.

 

  1. Para hacer un partido hegemónico (PNR, PRM, PRI), los generales y licenciados que dominaron militarmente a la revolución mexicana extirparon de la Constitución las estructuras, principios y mecanismos democráticos que habían sido ideados por el Constituyente de 1917 para evitar la recaída en la dictadura. Para los revolucionarios triunfantes (ya para entonces antimaderistas), la democracia era inviable e imposible. Para ser gobernado y normalizado, el país debía ser controlado centralmente y así lo hicieron.[1]

 

  1. De 1990 en adelante se iniciaron reformas políticas que nos trajeron a donde estamos hoy: una distribución del poder entre opciones políticas competitivas con una autoridad electoral autónoma que no controla el gobierno. En pocas palabras: modificamos las reglas de acceso al poder político. Pero las reglas de ejercicio del poder siguieron lastradas por vicios de origen, esta vez oscurecidos por la distribución pluralista de los puestos entre partidos distintos, pero que se mantuvieron latentes en la estructura del sistema de gobierno. El ejemplo por excelencia es que el Congreso se liberó del yugo presidencial por virtud de la inexistencia de mayorías absolutas en sus cámaras, sólo para volver a morder el freno una vez que regresó el “mayoritismo” (del verbo “mayoritear”), más forzado que genuino (como lo sido evidenciado por los hechos), y para que el otro poder autónomo, el judicial quedase sujeto al amago del poder presidencial.

 

  1. La ausencia de una reforma integral de la Constitución y el Estado, correspondientes a una democracia auténtica nunca llegó en la oferta real de gobierno de ninguno de los partidos que fueron beneficiarios del contrahecho y deforme nuevo régimen.[2] El resultado está a la vista: el cansancio de la ciudadanía fue capitalizado por una fuerza política que postula utopías regresivas para consolidarse como nueva forma del autoritarismo. No voy a perder el tiempo disponible en describirla pues para eso corren ríos de tinta y no paran los de sangre y sufrimiento. Como esta es una conferencia programática voy a proponer tres ejes de un ideario político que puede ser puerta de futuro y salir al paso de los enemigos de la democracia y la justicia, y que actualizarían los siempre negados valores auténticos de la Constitución mexicana.

 

  1. Primer eje constitucional: Una política de equidad universal

 

  1. La inequidad es fuente primigenia de todo conflicto social y político. Como la política y el Estado conducen el barco, la única salida para dar un equilibrio fluido a la resolución del conflicto en lo político es la equidad en la política. El punto de apoyo de la palanca democrática es el equilibrio entre el principio de mayoría y el principio de igualdad:
    1. La mayoría manda, pero no puede menoscabar los derechos de las minorías ni la de los individuos. Todos los ciudadanos tienen igual derecho al control de los asuntos públicos. Nunca debe romperse esta igualdad.
  2. No hay ni puede haber “voluntad general” sin totalitarismo, lo único permisible es la coexistencia entre el gobierno de la mayoría y la discusión permanente de todos los miembros de la sociedad.

 

  1. Segundo eje constitucional: Democracia representativa
    1. En la acción política, el juicio ciudadano (la “opinión”) se transforma en voluntad a través de aspiraciones que se convierten en orientaciones de la acción o si se quiere llamarlas de otra manera: son “utopías realistas”, “futuros practicables”

 

  1. Tercer eje constitucional: el principio de lo indecidible.
    1. Si la democracia es una construcción institucional fundada en los principios de igualdad ymayoría, el criterio de justicia obliga a mantener la equidad entre ambos en la constitución.
    2. Por el principio de igualdad, sabemos que no es legítimo sustraer a ningún miembro del demos de la decisión pública. Este principio se plasma en un grupo especial de derechos humanos que son los derechos cívicos y políticos que, entre otros, protegen los derechos de libertad y de autonomía (Ferrajoli). Además, el otro gran grupo de los derechos humanos, los derechos económicos, sociales y culturales, protegen la serie de condiciones que se conciben como mínimos estándares de humanidad de las personas. Huelga decir que ambos grupos de derechos son inherentes a éstas y, de acuerdo con el derecho internacional de los DH’s, son bienes por proteger a cargo de toda autoridad y, en algunas situaciones, a cargo de particulares. De ellos se derivan “prohibiciones de lesión” y “obligaciones de prestación,” que conjuntamente forman, respectivamente la “esfera de lo no decidible” y la “esfera de lo indecidible que no” (Ferrajoli). La libertad y autonomía de las personas no puede ser conculcada en una constitucionalidad democrática; los derechos a las condiciones fundamentales de existencia no pueden dejar de ser provistas. Ambas son responsabilidades del Estado y lo decidible a discreción comienza fuera de ambas esferas. Lo que sí se puede decidir, lo que la mayoría y la soberanía pueden llevar a cabo, debe corresponderse con la protección y el desarrollo de ambas esferas.

 

  1. Como se observa, el principio de mayoría queda limitado por el principio de igualdad y viceversa, el principio de igualdad por el de mayoría. La concepción tradicional de la democracia como regla de mayoría se enfrenta, así, a topes sustanciales y formales. Sustanciales porque los derechos tienen un contenido indisputable por el que ninguna fuerza política puede legitimar su actuar en contra de ellos, y formales porque de esta formulación se derivan procedimientos y reglas cuya aplicación es obligada. Un ejemplo mayor de ello es la separación de poderes y otro el conjunto de procedimientos y reglas implicadas en los procesos parlamentarios y judiciales. Considerarlas como opuestas o como alternativas entre sí conduce a un error fatal, que es pensar que la democracia formal no tiene contenido y es por tanto prescindible. Las formalidades propiamente constitucionales de la democracia son conquistas que en diferentes momentos históricos han sido trascendentales. Un prototipo de estas lo es la igualdad jurídica de los individuos entre sí; el carácter igualitario de la ley que hace abstracción de las diferencias de clase, etnia, lengua, etc. Para revalorizar brevemente su carácter sustancial recordemos que no hace mucho, todavía en el Siglo XIX esas diferencias implicaban consideraciones disparejas ante la ley para toda clase de motivos: civiles, penales o mercantiles tales como el matrimonio, las penas corporales o la propiedad. La materia electoral no emparejó esa igualdad (en este caso de género) hasta bien entrado el siglo XX.

[1] Ver Capítulo 2 de mi libro La Regla Ausente. Democracia y Conflicto Constitucional en México, 2010, GEDISA.

[2] El único momento en que un jefe del Estado expuso a cabalidad el concepto fue el 5 de febrero de 2001, pero el gobierno no concretó la iniciativa correspondiente.

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El futuro de la política democrática.

Conferencia, El futuro de la política democrática

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Reflexiones sobre el orden político y la globalización

Conferencia Magistral presentada en el III Coloquio de Invierno. Universidad de Guadalajara, 1º de marzo de 2017.

“Ich bin ein Berliner”

John F. Kennedy, 1963

“A country with no borders is not a country”. “We will build the wall!”

Donald Trump, 2017

No es cosa sencilla hablar sobre el orden político en estos días en que los equilibrios internacionales parecen inclinarse a dar vuelta a una página en el proceso de la globalización, al menos como la hemos observado hasta hace poco. Propongo algunas imágenes de asuntos en riesgo de transformarse o revertirse negativamente: comercio internacional creciente, integraciones regionales, grandes flujos migratorios, crecimiento de las clases medias, interculturalidad, nuevas y renovadas instituciones internacionales, generalización de la democracia, extensión de valores liberales tales como tolerancia, contención del poder, impulso de la sociedad civil y creación de instituciones representativas y participativas en la formación de lo público, entre otros.

A pesar de las resistencias y prejuicios de las izquierdas radicales, los vientos liberales trajeron no solo males, sino bienes que ahora empezaremos a extrañar, como la inclinación a proteger los derechos humanos, el medio ambiente, la salud y la educación de la población. También trajeron hasta la puerta del debate de política pública la urgencia de hacer frente a la desigualdad producida por la forma adoptada por los modelos económicos neoliberales implantados por los consensos de las élites política y económica. Una primera distinción que hay que tener en mente es que al referirme a vientos “liberales” no los identifico con el neoliberalismo, sino con la apertura de las sociedades hacia formas creciente y predominantemente democráticas en lo político y diversas en lo social y lo cultural. O dicho en otras palabras me refiero al “neoliberalismo progresista” como lo ha llamado recientemente la profesora Nancy Fraser de la New School University.

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